“Tienes que ir al aeropuerto. Eres el nuevo entrenador del Real Madrid”.
Recién había terminado el partido con el Castilla (filial del Real Madrid) fuera de casa ante el Nàstic de Tarragona, cuando una persona del club se me acercó para comunicarme que la dirección deportiva había decidido cesar a Vanderlei Luxemburgo esa misma tarde (el 4 de diciembre de 2005) y que yo era el elegido para dirigir el equipo.
Me tocó subirme al avión con urgencia y volar hacia Madrid. Ahí es cuando empecé a pensar lo que vendría a partir de entonces. No es que llegara a sentir miedo de hacerme cargo del Real Madrid, pero sí que era consciente de todo lo que eso conllevaba. Dentro y fuera del campo.
“Nada más bajar del avión fui directo al Santiago Bernabéu, y ahí me encontré con Florentino Pérez y Ramón Martínez”
Yo estaba muy a gusto en el Castilla, trabajando en la cantera, donde había llegado cinco años atrás gracias a la confianza que mostraron en mí gente como Vicente del Bosque o Jorge Valdano. Después de dos intentos, habíamos conseguido a la tercera el ansiado ascenso a Segunda. Un hecho muy importante para todos. Podría haber seguido en el Castilla sin problemas, porque ese trabajo me ilusionaba muchísimo. Trabajar con gente joven, jugadores a los que puedes ayudar a su formación para poder enriquecerlos a nivel deportivo. Algo que me apasionaba y me apasiona.
Pero no podía desaprovechar una oportunidad como esa. Entrenar al Real Madrid, si es que llega, pasa solo una vez en la vida. Difícilmente vuelve ese tren.