Gerardo Martino
Inter de Miami, 2023-Presente
El Perfil:
Después de ganar la MLS Cup a los mandos de Atlanta United en 2018, Gerardo Martino había decidido volver a dirigir una selección. Una experiencia que ya había probado con Paraguay, en una larga etapa de 2007 a 2011, y en la selección de Argentina, en un período más breve, de 2014 a 2016.
Fue presentado como seleccionador de México en enero de 2019, con la tarea de iniciar a corto y medio plazo un nuevo proceso de juego y resultados. Y la trayectoria durante el arranque no podía ser mejor, con 16 victorias y un solo empate en 17 encuentros. Triunfos que le valieron para ganar la Copa Oro 2019 en una ajustada final ante Estados Unidos.
No obstante, el entrenador argentino había señalado que tenía un largo camino por delante, en el que también trataría de cambiar la “idiosincrasia del jugador mexicano”. A través de una videoconferencia para la Escuela de Directores Técnicos de Fútbol Nicolás Avellaneda, Martino señaló que el aspecto mental afecta de especial forma a selecciones como la de México: “Hay selecciones que desde la inferioridad se sienten muy cómodos como las victorias de México ante Alemania, Francia, Croacia y después tiene las derrotas, las más dolorosas, como perder unos Octavos de Final contra Estados Unidos. Es todo un proceso de cambio y probablemente lleve mucho más que el proceso de un técnico o de un Mundial".
Estilo de juego:
Para Martino, el reto de dirigir la selección de México conllevaba perfeccionar su estilo y filosofía de juego. Todo bajo una fórmula que para él no puede fallar en sus equipos: la disciplina en cada una de sus líneas y un desarrollo que permite la posesión del balón y la presión alta.
Y no solo se trataba de tener el balón (una media de 68% en sus partidos); también se debe saber qué hacer con él para llegar a los objetivos. Así lo ha demostró desde los primeros partidos con el ‘Tri’, en un balance de 52 goles a favor y solo 21 en contra.
Pedía a sus jugadores iniciar el juego por dentro y con mucha movilidad, sobre todo en zona de finalización, lo que dificultaba al rival el trabajo defensivo. Constantemente, el equipo se mantenía en amplitud en organización ofensiva, buscando la profundidad y acelerar el ritmo de juego una vez que el balón llegaba a segunda línea. Una estructura que también le habilitaba para protegerse cuando no tenía la posesión.

Fase ofensiva:
Los comportamientos de la selección de México en la salida de balón parecen mecanizados. Sobre un 4-3-3 o 4-2-3-1 en el esquema ofensivo, el portero, Guillermo Ochoa, iniciaba el desarrollo de la acción, con los dos centrales (de manera más regular Carlos Salcedo y Néstor Araújo), abriéndose para recibir. Esto permitía que los laterales, Luis Rodríguez y Jesús Gallardo, se adelantaran en amplitud para abrirse a los costados.
En esa secuencia, el mediocentro, Edson Álvarez, un jugador clave en el esquema de Martino, se desplazaba a la línea defensiva (abajo), dibujándose en ese momento un 3-4-3 que garantiza la salida de balón desde atrás.
El movimiento de Álvarez lograba fijar a los rivales en carril central, para luego cambiar de frente y salir por carriles laterales con una triangulación entre los interiores y extremo (Jonathan Dos Santos y Uriel Antuna en el perfil derecho; Andrés Guardado y Rodolfo Pizarro en el izquierdo), siempre acompañados por el delantero, Raúl Jiménez.
Una vez que ganaba en superioridad numérica en ataque y logra una clara circulación del balón, el equipo buscaba atacar los espacios generados por los extremos. Al mismo tiempo, se incorporaban los laterales al ataque (abajo), quienes participaban buscando la profundidad y el desequilibrio de la línea rival, manteniendo la amplitud. Jiménez, habitualmente con desmarques en apoyo, hacía un gran trabajo a la hora de fijar a los centrales y decidir cuándo ingresar al área rompiendo la línea.

México también presentaba alternativas ofensivas con balones a la espalda de la defensa rival cuando se generaba siempre un espacio por delante (abajo). Una situación donde los interiores Dos Santos y Guardado eran capaces de filtrar pases de alta calidad para los jugadores en ataque. Los centros y cambios de ritmo formaban parte de las acciones tácticas más frecuentes en zona de finalización.
Otra variante era el juego directo, donde los movimientos del delantero también permitían a los interiores irse adentro y atacar la espalda de su rival. Jiménez era hábil en esta situación para retener la pelota, especialmente después de salir de su zona. En la segunda fase de la jugada, el delantero, entonces en los Wolves, requería de mediocampistas centrales potentes que corrieran por delante de él para que esta situación de juego fuera efectiva.

Fase defensiva:
Independientemente del dibujo, 4-3-3 o 4-2-3-1, en función del rival y el momento, Martino buscaba siempre que México se mantenga en un bloque medio compacto y con basculaciones, en relación al desarrollo de la jugada por parte del rival.
En el ejercicio defensivo, buscaba cerrar los espacios interiores y ganar los duelos en el área en los balones directos. Sin embargo, en algunas ocasiones las transiciones ataque-defensa se ven dificultadas ante un contragolpe del rival debido a la gran cantidad de jugadores que sitúa por delante. Sobre todo a la espalda de los laterales, teniendo que salir los centrales a esa zona en el balance defensivo, lo que provocaba espacios por dentro a favor del rival.

Cuando juega en bloque medio, el objetivo era obligar al oponente a jugar por los carriles laterales (arriba), donde, si era capaz de recuperar, aprovechaba siempre la profundidad garantizada por Jiménez en punta. Bajo esta estructura defensiva, México permanecía más compacto, con menos probabilidades de que se dividan las unidades y abriesen espacios entre ellas.
Con la situación actual que se vivió en todo el mundo tras la paralización de la Liga de Naciones, Martino era consciente que le tocaba trabajar duro para retomar el camino hacia la clasificación para el Mundial de Qatar 2022 y, posteriormente, tratar de llegar lo más lejos posible en esa cita mundialista. Hasta entonces, su apuesta fue clara: renovación del equipo (18 jugadores nuevos) y juventud (un promedio menor a los 23 años).
Sin embargo, el no poder clasificarse a los octavos de final del Mundial, sentenció el ciclo de un Martino que, tras un semestre de pausa, regresó al mismo torneo del cual salió a México, la MLS norteamericana, esta vez para asumir las riendas del Inter de Miami donde coincidirá con su paisano Lionel Messi.
