javier aguirre
Selección de México, 2024-Actualidad
Javier Aguirre regresó a la selección mexicana tras la Copa América del 2024. Su tercer paso por el equipo de su país vino precedido por su etapa al frente del RCD Mallorca, al cual pudo salvar y mantener en la máxima categoría.
Ya en el 2021 había estado al frente del Monterrey. Y eso hizo veinte años después de su última experiencia en la competición mexicana -con Pachuca- y tras acumular una dilatada experiencia internacional en diferentes clubes, principalmente en la Liga española, y tres selecciones nacionales: la mencionada México, Japón y Egipto.
Eso le valió para tener un impacto inmediato en ‘Los Rayados’ durante la Champions League de la Concacaf, con la conquista del título después de ganar una disputada final ante el América de Santiago Solari (1-0).
El ‘Vasco’ ya se había coronado como monarca de Concacaf a nivel de selecciones en 2009, cuando conquistó la Copa Oro del 2009 al mando de la Selección Mexicana.
Ahora, al frente del Tri, tendrá como asistente a Rafa Márquez, a quien tuvo como jugador y capitán en los mundiales de 2002 y 2010. Y está planificado que este último le suceda en el banquillo tras el Mundial de 2026.
Estilo de juego:
Aguirre mantiene principios tácticos muy definidos para sus equipos, pero adaptados a las características de los futbolistas que dirige. Eso lo convierte en un técnico capaz de gestionar objetivos competitivos muy diferentes. Ya sea pelear por títulos o luchar para evitar un descenso.
Esa variabilidad se vio reflejada en sus dos últimos trabajos. En el Leganés, equipo que buscaba la permanencia en la Liga española, el pilar principal era apostar por el esfuerzo colectivo, sobre todo en defensa. Mientras que en Monterrey busca hacer brillar el talento individual de sus jugadores en ataque.
Dicha jerarquía le permitía en el cuadro mexicano desarrollar y evolucionar un modelo en el cual la búsqueda de la victoria es permanente y casi obligatoria partido tras partido.
Su esquema predilecto en el Monterrey fue el 4-3-3 (abajo), que se transformaba en 4-5-1 cuando no tenía el balón. Además, el equipo tenía como segunda variante en el dibujo un 4-2-3-1. Esquemas diferentes a los utilizados en equipos con otras necesidades.
En el Leganés, el mexicano optó por un 5-4-1, con una estructura en bloque medio, corta y compacta, que le permitía cubrir bien la amplitud del campo (abajo). La necesidad principal pasaba por hacerse fuerte desde la fase defensiva y dañar al rival en ataque desde una postura reactiva tras recuperar el balón.
Esos rasgos tácticos también los mantuvo Javier Aguirre en Monterrey. Aunque estos no sean los predominantes, ya que el cuadro mexicano luce obligado a tomar el mando de los partidos en la mayoría de las ocasiones.
En el juego asociativo, el Monterrey era un equipo con diferentes variables y una alta movilidad de sus jugadores. En la salida de balón desde atrás (abajo), los dos centrales -César Montes y Sebastián Vegas principalmente- se situaban a los costados del portero, Esteban Andrada, con el objetivo de formar una línea de tres capaz de realizar una buena circulación y generar un contexto favorable para progresar en el campo con juego asociado.
A esa estructura se le sumaban el pivote -Matías Kranevitter o Celso Ortiz- por delante, y si el contexto lo requería, se añade a un interior que desciende para formar un doble pivote momentáneo. Un movimiento que, a su vez, habilitaba una opción más para el juego en corto a la espalda de la primera línea defensiva del rival.
Por su parte, los laterales -Stefan Medina y Jesús Gallardo- mantenían la amplitud y la altura, tomando siempre como referencia la posición del pivote en mediocampo. En este momento del ataque, el interior de carácter ofensivo -generalmente Alfonso González- mantenía su posicionamiento, al igual que el delantero centro.
Una cadena de movimientos completada por los extremos, que buscaban fijar a sus marcadores y estirar las líneas del equipo rival con la intención de ampliar los espacios para mejorar las posibilidades de cada ataque.
Cuando se enfrentaba a un equipo posicionado en bloque medio o bloque bajo, ya sea por el propio planteamiento del rival o por una situación derivada del resultado momentáneo de un partido, la disposición del Monterrey sobre el terreno de juego era de un 4-3-3 tradicional.
Bajo ese dibujo, la amplitud desde el inicio de cada ataque era proporcionada por los dos jugadores de banda. Esto habilitaba los desdoblamientos permanentes de los laterales después de la recepción de balón y la fijación en conducción de los extremos -Maximiliano Meza, Duván Vergara o Joel Campbell- sobre los laterales rivales.
A su vez, los interiores participaban activamente de la creación ofensiva y se mostraban como terceros hombres para encontrar al pivote en mediocampo de cara. Estos jugadores buscaban posicionamientos entre líneas, manejando buenos perfiles orientados de cara tanto hacia la portería rival para acechar a la última línea defensiva rival. Monterrey siempre tenía una intención constante de encontrar a uno de los interiores, como también al extremo opuesto para atacar el lado débil.
En las situaciones donde los laterales recibían el balón por delante de la primera línea del rival, el extremo y el interior cercanos a la jugada alternaban sus movimientos asociativos para generar espacios profundos y desmarques de ruptura a la espalda de los defensores rivales. Esto con la intención de generar distintas alternativas.
Mientras que en esos últimos metros, el delantero centro, Rogelio Funes Mori, fijaba a los centrales rivales y participaba con movimientos a zonas de mediocampo y descargas de espaldas por el pasillo central (abajo).
En ciertos momentos del juego, el Monterrey optaba por el ataque directo como alternativa. Una arma ofensiva que ya utilizó Aguirre en equipos como el Leganés y el Osasuna, sobre todo en este último equipo con gran éxito.
Generalmente estos lanzamientos eran hacia los espacios avanzados. Allí la intención era la de aislar previamente al extremo opuesto y generar un duelo ofensivo en espacios abiertos. Una situación en la que intención principal era activar a los jugadores más desequilibrantes en el uno contra uno (abajo).
Por características del plantel, Monterrey también era capaz de generar situaciones de peligro en las transiciones ofensivas. La potencia y velocidad de sus jugadores por la banda, como la claridad de sus mediocampistas para optimizar los contraataques, agregaban herramientas a la ofensiva.
Fase defensiva y presión:
La intención de los equipos de Javier Aguirre –sin renunciar a la presión alta cuando está posicionado en campo rival después de una pérdida de balón– es seleccionar los momentos en los que el contexto no es favorable para la recuperación. Allí decide replegar sus líneas y armar su bloque defensivo en sector medio.
En el Monterrey, la estructura sobre la que se asentaba en esas situaciones es el 4-5-1 (abajo). Los extremos estaban en vigilancia de los laterales rivales e iniciando la presión sobre los centrales con el delantero centro y los interiores. Estos últimos jugadores saltaban a presionar sobre el central más cercano, mientras que el interior opuesto basculaba insertándose a los costados del pivote en mediocampo.
La alternativa que utilizaba el cuadro mexicano es la de formar un 4-4-1-1. Los extremos cumplían el rol de carrileros a los costados de un doble pivote y un mediapunta acompañaba al delantero centro en el inicio de la presión.
Monterrey lograba así un dibujo corto y compacto. Con sus laterales en duelos individuales y persiguiendo a su rival hacia adentro, tanto con balón como sin balón. Si era necesario, los extremos se mantenían en vigilancia defensiva sobre los laterales rivales. Los perseguían en caso de que tomaran altura y buscaran romper en profundidad al espacio libre creado.
En la presión sobre el rival, Monterrey se desarrollaba sobre un 4-3-3, con Funes Mori centralizado para obligar al central a jugar hacia la banda.
Por detrás, los extremos mantenían su posición por fuera para cerrar esos espacios. Los centrocampistas, a su vez, se emparejaban en marcas individuales sobre los mediocentros rivales (arriba).
Todo esto hacía ver al Monterrey como un conjunto en la línea de las intenciones de Javier Aguirre. Un equipo capaz de trazar diferentes dibujos para alcanzar una estructura defensiva fuerte desde la cual poder hacer valer el talento ofensivo de sus jugadores.
Algunas de esas condiciones las dejó ver en el RCD Mallorca, su siguiente escala en los banquillos tras salir del Monterrey. Aunque en México, y con Rafa Márquez ahora como su asistente, las exigencias serán incluso mayores.
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