Miguel Herrera
América, 2017-Presente
El Perfil:
"Desde el primer día entendí la gran exigencia del América, su ADN, y lo que tenía que hacer aquí en el día a día, así sigo hasta el día de hoy". Herrera, en su segunda etapa en el club mexicano desde 2017, es consciente de la relevancia que representa ser entrenador a América, club que en 2020 celebra su 104 aniversario.
“Todo lo que haces aquí sea bueno o malo se magnifica muchísimo. Cuando son cosas buenas se magnifica tanto que puede suceder lo que me pasó a mí de llegar a la Selección Nacional (2013-15), y si te va mal exponer a qué tu carrera no continúe más o que vuelvan a confiar en ti", ha señalado en diferentes entrevistas con motivo de la celebración del club.
Al margen de intentar los títulos nacionales, el entrenador mexicano se ha marcado el objetivo de conquistar por primera vez la Champions League Concacaf. Ha participado en tres ediciones de la competencia, certamen que da el boleto al Mundial de Clubes. En la edición 2013/2014 se quedó en la fase de grupos, en 2018 cayó en semifinales, mientras que en la actual se encuentra en los cuartos de final; instancia en la que venció 3-0 al Atlanta estadounidense en el partido de ida antes de la pandemia.
Análisis táctico:
Herrera es reconocido como un entrenador comprometido con su estilo de juego, enfocado principalmente en una mentalidad ofensiva y basada en la posesión. En su primera etapa con América, de 2012 a 2013, desarrolló al equipo principalmente bajo un 5-3-2, con la variante en 4-4-2. Desde su primer partido, se pudo presenciar el enfoque dinámico y ofensivo que Herrera pretende para sus equipos. América empleó un enfoque de juego rápido y fluido en amplitud, y un cambio de ritmo temible en el último tercio de campo.
Un equipo capaz de capitalizar las oportunidades de contragolpe, donde las transiciones de ataque coordinadas permitían llegar al rival con un gran número de unidades. En defensa, mientras, Herrera construyó una estructura compacta sin sacrificar su estilo entretenido y ofensivo, resultando en un equipo muy difícil de vencer.
Fue un 3-5-2, similar al 5-3-2 de América, el que utilizó Herrera mientras dirigía a la selección de México. Un dibujo con un cuadrado en la zona central que contribuyó a un enfoque ofensivo bajo ese 3-5-2 (abajo). Esta estructura permitía el avance de los jugadores por delante para apoyar a los delanteros, también con dos carrileros para generar amplitud.
A diferencia del América, la prioridad de esos carrileros era asociarse con el centro del campo, no necesariamente para intercambiar las posiciones con los jugadores de banda. México también modificó su dibujo para jugar con un doble pivote a través del avance de uno de los centrales al medio del campo, aumentando así la cobertura defensiva cuando se perdía la posesión, y cerrando los espacios a la espalda de los carrileros que se habían sumado al ataque.
Si con ese doble pivote los cambios de juego eran más probables, también se generaron espacios con los cambio de juego entre las unidades que formaban esa estructura central. Los jugadores que salían del cuadro buscaban el disparo a portería tan rápido como fuera posible, a menudo desde medio distancia, o balones por encima o a la espalda de los laterales rivales.
Después de su paso como seleccionador de México y entrenador del Club Tijuana, Herrera llegó nuevamente al América en 2017 con el objetivo de ganarlo todo. Varió del 5-3-2 (aabajo), al 3-4-3 y la variante del 4-4-2, añadiendo un dibujo secundario en 4-2-3-1. Dentro de sus características principales estaba el identificar cuándo salir jugando desde portería o aprovechar los espacios favorables para el ataque jugando directamente con la segunda línea. Durante esta temporada lo que más le costó al entrenador mexicano fue consolidar la línea defensiva debido a que tuvo muchos lesionados, teniendo que modificar su once titular.
Su forma de ataque ofrecía una profundidad y amplitud significativas y, por lo tanto, era capaz de crear espacios en áreas centrales. Herrera confía en su columna vertebral con Luis Fuentes, Emanuel Aguilera, Santiago Cáseres, Sebastián Córdova y Giovani dos Santos para mantener su enfoque deseado, tanto en el tercio defensivo como en el apartado ofensivo.
Su portero, Guillermo Ochoa, fundamentalmente posee un buen primer toque, muy seguro en el uno contra uno y reconociendo cuándo jugar en corto o en largo. Su defensa está compuesta por jugadores tácticamente inteligentes, con los laterales – Luis Fuentes en la izquierda y Paul Aguilar en la derecha - capaces de representar una amenaza ofensiva. El centro de la defensa es para Bruno Valdez (perfil derecho), bueno en la temporización y la marca sobre el rival, y Emanuel Aguilera (perfil izquierdo), con muy buena salida, velocidad y seguridad en el juego aéreo. Aguilera suma además su habilidad para el cobro de tiros libres directos.
En zonas intermedias, intentan mantener tanto el equilibrio como el dinamismo necesario para generar pases por delante del medio del campo. Cuando los centrocampistas tienen el balón, ofrecen una variedad de cualidades para enlazar con el ataque. Cáseres usa su admirable anticipación e influencia en la construcción del juego, a menudo situándose entre los centrales para facilitar la salida de balón.
En la izquierda, Córdova traza las diagonales por dentro desde banda, y amenaza al recibir el balón en posiciones más profundas para buscar el disparo. Por su parte, Dos Santos (abajo) es particularmente eficaz para librarse de su marcador y, por lo tanto, opera como su hombre libre, a menudo junto a un delantero más directo.
Fase defensiva y presión:
Las estructuras 5-3-2 y 3-5-2 que utilizó Herrera con América y luego México permitían acumular jugadores en la zona central. Adoptar una defensa cinco por detrás de tres centrocampistas, dificultaba el avance de los rivales por dentro para llegar a zona de remate o centro (abajo). Una situación que les obligaba a buscar el disparo desde media distancia como alternativa ofensiva.
Si los rivales persistían en intentar superar la defensa, los equipos de Herrera eventualmente se mostraban vulnerables en los ataques realizados por el lado débil de sus centrales, a menudo centros al segundo palo, y particularmente si sus carrileros no habían seguido la acción defensiva. Cuando el equipo rival buscaba superar el bloque defensivo con balones a la espalda, la posición adelantada del portero neutralizaba esas acciones. Del mismo modo, si un defensa central perdía el primer contacto con el balón, los tres centrocampistas estaban atentos para ganar la segunda jugada.
Los primeros equipos de Herrera a menudo se desarrollaban en defensa en bloque medio o bajo, algo que facilitaba a los oponentes avanzar hasta línea de medio del campo sin presión. Si el equipo presionaba, lo hacía a través del centrocampista central más cercano al portador de la pelota. En esta misma acción, los dos mediocampistas restantes defendían a los contrarios que buscaban carreras en profundidad o los que recibían en una posición relativamente estática. La unidad entre los tres centrocampistas, cerca de los tres centrales, facilitó construir un equipo seguro atrás.
Fue más tarde, luego de regresar a América, cuando Herrera impulsó una defensa más proactiva. El mayor dominio de la posesión de su equipo significa defender con una línea defensiva más alta y de cuatro jugadores, añadiendo el futbolista adicional en el medio campo o en el tercio final, lo que implica una presión tras pérdidas más alta.
Redacción: Héctor García