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Maestros de la táctica: Carlos Bilardo

Maestros de la táctica: Carlos Bilardo
Getty Images
Redacción
The Coaches' Voice en español
Publicado el
29 de agosto 2022

carlos bilardo

Seleccionador de Argentina, 1983-1990

El Perfil:

Meticuloso, obsesivo y de fuertes convicciones.

Así se podría definir al Carlos Bilardo entrenador, heredero de la escuela creada por Osvaldo Zubeldía en Estudiantes de La Plata durante la década de 1960.  Aquel equipo que obtuvo tres copas Libertadores y una Intercontinental contó con maravillosos futbolistas que fueron admirados por la afición argentina. No obstante, fue Bilardo el futbolista que mejor interpretaba las instrucciones de su entrenador. Instrucciones que más tarde trasladó a su rol como director técnico con gran éxito, destacando sobre todo el triunfo en el Mundial de 1986.

Después de la conquista del campeonato de 1978, Argentina era el gran candidato para obtener el siguiente torneo, en España, en 1982. César Luis Menotti mantuvo para ese Mundial a la base del equipo campeón y le agregó a tres jóvenes jugadores que para aquel momento eran más realidad que promesas: Jorge Valdano, Ramón Díaz y un tal Diego Armando Maradona.

Sin embargo, aquella ilusión devino en frustración. La selección cayó eliminada en segunda ronda tras duras derrotas ante Italia y Brasil. La expulsión de Maradona ante la “Canarinha” quedó marcada como la imagen que representó aquella decepción.

Bilardo, un entrenador marcado por un profundo conocimiento táctico. El Grafico/Getty Images
Bilardo, un entrenador marcado por un profundo conocimiento táctico. El Grafico/Getty Images

Aun con ese resultado en la cita mundialista, Julio Grondona, presidente de la Asociación de fútbol argentino (AFA), tomó la decisión de ofrecerle la renovación contractual a Menotti. Sin embargo, la propuesta estaba acompañada de una importante reducción salarial. No hubo negociación y Menotti rápidamente rechazó el envite y así terminaba una era de orden y triunfos para el fútbol argentino.

Grondona tenía varios candidatos en mente. No obstante, la revista El Gráfico, la más importante e influyente del país en materia futbolística, también tenía algo que decir.

"ganar no es lo más importante, es lo único", carlos bilardo

El director de la revista, Héctor Vega Onésime, fue el primero en sugerir a un hombre que estaba vetado por el presidente de la AFA, y que a la postre terminó siendo el elegido: Carlos Salvador Bilardo.

Bilardo dirigió en Estudiantes en dos ocasiones, siendo la segunda etapa la más recordada, tanto por el campeonato logrado en 1982 como por el juego del conjunto. También entrenó al Deportivo Cali colombiano y al San Lorenzo de su país.

Vega Onésime, en su libro “Memorias de un periodista deportivo”, cuenta cómo fue alejando a Grondona del estigma de anti fútbol con el que se refería gran parte del periodismo a Bilardo. Mientras tanto, otro periodista de la publicación, Ernesto Cherquis Bialo, hizo lo propio al convencer al presidente de la AFA para que asistiera a una conferencia en la que el entrenador iba a exponer su visión del fútbol. Tras aquel encuentro, Grondona no tuvo dudas, el elegido era el hasta entonces entrenador de Estudiantes de La Plata.

El 24 de febrero de 1983 comenzaba una nueva era en el equipo nacional argentino. Una era caracterizada por fuertes decisiones que Bilardo sostuvo contra viento y marea.

Estilo de juego:

Su llegada a la selección de Argentina significó una ruptura con su sucesor. Menotti era un defensor del juego ofensivo, mientras que Bilardo priorizaba un estilo más cercano a lo que llamaba equilibrio.

“Cuando comencé a trabajar ya tenía un plan en mente a desarrollar. Era difícil que todos entendieran, desde un principio, qué era lo que me proponía. Curiosamente, mi trabajo más complicado era explicarle al público en general qué era lo que pensaba”, declaró Bilardo a la TV argentina.

Su primera gran decisión fue construir un equipo alrededor de Diego Armando Maradona. Desde los meses previos al campeonato de 1978 el público en general esperaba que el ‘10’ se convirtiese en la gran figura del equipo. Sin embargo, y a pesar de ser un futbolista con unas condiciones únicas, aquella aspiración no se había transformado en realidad.

Bilardo, recién nombrado en el cargo, fue a visitarlo a Barcelona para asegurarle su protagonismo en el ciclo que recién iniciaba, y, como si fuera poco, que sería su capitán. Solamente él tendría el lugar asegurado dentro del conjunto.

Esa decisión fue la que atrajo más controversia. No obstante, los planes del entrenador comprendían modificaciones de gran riqueza táctica.

"pibes, en la valija metan un traje y sábana blanca. el traje es por si salimos campeones; la sábana blanca por si nos eliminan en primera ronda y nos VAMOS A tener que ir a vivir a arabia", bilardo, a sus jugadores antes del mundial '86

Su once típico en el Mundial de México 86 incluía a Nery Pumpido, el arquero elegido para el campeonato. Su elección fue tomada con cierto escepticismo ya que Ubaldo Fillol, histórico portero campeón del mundo en 1978, había sido el encargado de cuidar el arco durante el proceso clasificatorio. No obstante, “El Pato” no fue convocado para el Mundial y Pumpido demostró ser un digno sucesor, dada la seguridad que ofrecía bajo los tres palos. Esto, pese a que no poseía la capacidad de construcción de juego que sí tenía su antecesor.

El esquema elegido fue el 3-5-2, eliminando a los extremos y dando cabida a una función que denominó “lateral-volante”. Aunque luego sustituyó el término volante por mediocampista. Los futbolistas que ejercían esa función tenían la libertad de modificar su posición en el campo según cada momento del partido. No se limitaban a recorrer la raya sino que cuando el equipo lo requería, podían ocupar zonas centrales, tanto en ataque como en defensa.

3-5-2 de la Argentina de Bilardo en México 86.

Los tres defensores habituales fueron José Luis Brown, Óscar Ruggeri y José Luis Cuciuffo. Brown fue otra sorpresa ya que se daba por descontado que el puesto de líbero sería ocupado por Pasarella. Pero el antiguo capitán sufrió problemas estomacales que evitaron su participación en el Mundial. Ruggeri y Cuciuffo harían de stoppers.

En el centro del campo estuvo la gran fortaleza de este equipo y fue en esa línea en la que Bilardo probó más variantes durante el mundial.

El volante central fue Sergio Batista, de buena colocación y gran capacidad para el primer pase del ataque argentino. No era un futbolista veloz, pero compensaba esa debilidad con su instinto para estar bien ubicado.

Los otros fijos en todos los partidos fueron Ricardo Giusti y Jorge Burruchaga. Ambos con gran capacidad técnica y de llegada al arco contrario a los que Bilardo les inculcó el rigor táctico necesario para conseguir el tan anhelado equilibrio, que se traduciría en la colaboración posicional con Batista.

Los “laterales-mediocampistas”, Héctor Enrique, Óscar Garré y Julio Olarticoechea, alternaron titularidades sin que se resintiese el funcionamiento colectivo.

La disposición de esos futbolistas multiplicaba las variantes del juego colectivo. Podían sumarse a la línea de tres defensores para convertirla en línea de cinco; cuando ocupaban zonas cercanas al medio del campo una superioridad numérica sobre el oponente, y cuando el equipo atacaba, eran tan protagonistas del avance hacia campo contrario como el resto de sus compañeros.

Bilardo señaló a Diego Maradona como líder del equipo. David Cannon/Allsport
Bilardo señaló a Diego Maradona como líder del equipo. David Cannon/Allsport

Finalmente, la línea atacante estuvo integrada principalmente por Jorge Valdano y Diego Maradona. Ninguno era un delantero centro habitual, lo que dotaba a la ofensiva argentina de la capacidad para sorprender a los rivales y permitía la llegada de rematadores provenientes del medio campo.

Cuando lo sintió necesario, Bilardo varió la forma de atacar, retrasando la posición de Maradona y dándole entrada a Pedro Pasculli como delantero centro.

Bilardo no quería dejar escapar detalle alguno y para ello ejercía un férreo control sobre cualquier aspecto que influyese en su equipo. Se ocupó de la dieta, del descanso, del estudio pormenorizado de cada rival y hasta de definir qué jugadores compartirían habitación. Todo estaba analizado para construir una cultura de esfuerzo idéntica a la que vivió como jugador bajo el mando de Zubeldía en Estudiantes.

Fase ofensiva:

El 3-5-2 supuso una novedad en los mundiales. Con él, la selección argentina plasmó conceptos propios del “fútbol total”, como no aferrarse a la posición y jugar de manera dinámica. Esto convertía al equipo en un conjunto casi imprevisible, en el que los jugadores alternaban sus posiciones y adecuaban su juego a las necesidades del partido.

Si bien la referencia era Maradona, todo el equipo trabajaba para llegar al arco rival. La ausencia de un delantero centro tradicional derivó en una ofensiva fluida, en la que los futbolistas debían ocupar espacios y salir de los mismos con mucha velocidad.

Maradona y Valdano se movían por todo el ataque, muchas veces ocupando zonas cercanas a la banda y partiendo desde allí para atacar el área. Maradona, además, retrasaba su posición para asociarse con Giusti y Burruchaga, permitiendo mantener la superioridad numérica y posicional, así como alentando la participación de los laterales-mediocampistas.

Sin embargo, hubo dos partidos en los que Bilardo, tras haber estudiado a los rivales, prefirió jugar con un delantero tradicional: ante Corea del Sur y frente a Uruguay.

En ambos casos fue Pasculli el protagonista. Su presencia acercó a Maradona al tiempo que Pasculli, que tampoco era un delantero estático, se complementaba a la perfección con Valdano.

Cuando el equipo jugaba en corto, Batista se constituía en una figura primordial. Su posición le convertía en el primer pase de los centrales, y su visión de juego era fundamental para dictaminar el ritmo de cada avance.

Esto era un aspecto clave, ya que el mundial se jugó en condiciones climáticas adversas como consecuencia del calor y la altitud. Para poder triunfar en tierras mexicanas había que medir muy bien los esfuerzos, y Batista fue el futbolista perfecto para determinar si se jugaba con pases cortos o convenía un pase largo al vacío.

bilardo construyó el equipo sobre el liderazgo de maradona, un sólido colectivo y el 3-5-2 como dibujo ofensivo

La selección de Bilardo convirtió 14 goles en siete partidos. Esto fue la consecuencia de una estructura ofensiva en la que los jugadores no poseían posiciones fijas y tenían libertad para avanzar hacia el área rival.

El segundo gol ante Bélgica, por el partido de semifinales, muestra a la perfección esa dinámica: Enrique recupera un balón cerca del medio campo y conduce hasta encontrar a Maradona, quien recibe y se perfila hacia el área. Mientras el 10 buscaba el tiempo y el espacio para disparar a puerta, el stopper acompañó hasta el área, constituyéndose en una posible opción de pase o en rematador de un rebote.

La figura de Maradona merece un capítulo aparte. Apoyado por una preparación especial, a cargo de Fernando Signorini, el capitán llegó a México decidido a mostrarle al mundo que era el mejor jugador de su tiempo. Sus cualidades técnicas, su comprensión del juego y su liderazgo lo catapultaron como la figura del torneo y uno de los más grandes futbolistas de la historia.

Nunca jugó para su lucimiento personal y hasta en los momentos de mayor brillantez, como el segundo gol a Inglaterra, consideraba la opción de pasar la pelota a un compañero mejor ubicado. Pocas veces un futbolista dominó una competición como lo hizo Diego en tierras americanas.

Fase defensiva:

Otra herramienta que aportó Bilardo a su selección fue el marcaje al hombre. Contrario al ideario de Menotti, Bilardo asignaba un jugador a marcar a cada uno de sus futbolistas. En determinadas ocasiones, esa persecución debía abarcar todo el terreno que ocupara el futbolista señalado. Un ejemplo de ello lo narró Jorge Valdano en la cadena ESPN:

“El día de la final, cuando salgo de la habitación, me encuentro a Bilardo. Cuando lo miré pensé que era mucha casualidad. Él empieza a pasear conmigo. Yo no sabía de qué hablarle y le digo ‘qué partido hoy’. Me dice ‘ya está, diez contra diez, el partido está controlado y el que gane el duelo ganará la Copa’. Le respondí que era verdad, que si Diego (Maradona) estaba bien íbamos a ser campeones. ‘No, no’, me respondió, ‘Diego está en el grupo de los otros diez; la pareja es Briegel y tú’. Me estaba diciendo que debía hacerle hombre a hombre al alemán.”

Esa marca al hombre buscaba generar una rápida recuperación del balón y aprovechar los espacios que se generaban tras esa acción. Como consecuencia del avance de futbolistas más defensivos hacia el área rival, la presión podía hacerse de manera inmediata con episodios en los que superaban numéricamente al adversario.

El ingreso de Cuciuffo por Clausen, a partir del segundo partido, le dio mayor seguridad a la línea defensiva que comandaba Brown. Con ellos en el campo, Argentina permitió solamente cuatro goles, dos de ellos en la final ante Alemania.

Terminado el torneo, la selección de Bilardo apenas recibió cinco goles. Esto dejó en evidencia que su estructura defensiva no dependía de la cantidad de jugadores que situara en esa zona, sino de la voluntad de cada futbolista para llevar a cabo su tarea.

"antes del partido con bélgica, comenté en la charla táctica al final de la reunión: muchachos, mátense porque si hay algo que no puedo soportar es ver las finales por televisión", bilardo antes de las semifinales 

En las jugadas a balón parado se mantenía la marcación al hombre. Bilardo insistió en cada entrenamiento para que el área argentina fuese impenetrable por los rivales. Para ello, además del dispositivo defensivo, fue crucial la actuación de Pumpido, quien se erigió en amo y señor del área chica.

Curiosamente, y a pesar de ser uno de los aspectos de juego más entrenados, de los cinco goles recibidos durante el torneo, tres fueron tras centros al área, y dos de ellos, en la final, producto de jugadas a balón parado.

Defensivamente, los laterales-mediocampistas aportaron el tan ansiado equilibrio. Los movimientos en fase defensiva y ofensiva permitieron al equipo generar superioridades numéricas en distintas zonas del terreno. Estas eran fundamentales para ejercer la presión tras pérdida.

Los movimientos de estos jugadores hacia zonas centrales respaldaban el trabajo de Batista. Al mismo tiempo que le daban al volante central opciones de salida al ataque o de pausa para tomar oxígeno y que el equipo se reorganizara posicionalmente.

Con otro rigor táctico y una manera diferente de preparar a su equipo, Bilardo guio a Argentina a la conquista de su segunda Copa del Mundo. Su legado, además del trofeo, fue la consagración de un equipo que, conducido por Maradona, superó todas las adversidades hasta llegar a la victoria final.

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