
Etta Eyong
Levante, 2025-Presente
Barcelona, Real Madrid e incluso varios clubes de la Premier League parecen haberse interesado en Karl Etta Eyong, un delantero que ha pasado casi del anonimato a convertirse, en apenas unos meses, en una de las grandes revelaciones de LaLiga 2025/26.
Su formación futbolística se inició en la École de Football Galactique de su ciudad natal, Douala (Camerún). Desde allí dio el salto al Cádiz, club que lo incorporó a su cantera hasta hacerlo debutar con el primer equipo en enero de 2024. Posteriormente otro conjunto amarillo, el Villarreal, fijó su atención en él y logró su fichaje durante el mercado de verano de 2024 tras un traspaso de 1,5 millones de euros. Etta Eyong brilló con el segundo equipo del Submarino Amarillo gracias a su potencia y su olfato goleador (en el vídeo).
Actualmente, su valor de mercado supera con creces esos 1,5 millones, impulsado por su espectacular rendimiento con el Levante, club en el que milita desde septiembre de 2025. Eyong ha encontrado en el conjunto levantinista y en el estilo de su entrenador, Julián Calero, el hábitat perfecto para desplegar todas sus cualidades. A continuación, nuestros entrenadores con licencia UEFA Pro analizan esas cualidades que lo han convertido en uno de los grandes delanteros de la máxima categoría del fútbol español.
Formación como mediocentro: inteligencia estructural y comprensión del juego
Etta Eyong representa el paradigma del delantero moderno con formación de mediocentro. Su comprensión del espacio y del ritmo de juego nace de haber interpretado anteriormente el papel de mediocentro —en sus inicios en el fútbol español— en la base de la jugada. Esta herencia le permite ofrecer soluciones tácticas en distintos niveles del campo (abajo): realizar desmarques de apoyo en la zona activa para generar superioridad, fijar defensores entre líneas para liberar a compañeros o actuar como punto de descarga ante la presión rival en el proceso de ataque. No busca recibir por inercia, sino con sentido de la jugada.
De ese modo, cada desmarque o cada orientación corporal responde a un propósito táctico: abrir intervalos relevantes en el pasillo interior, acelerar la circulación del balón o temporizar el juego para dar oxígeno y profundidad ofensiva al bloque. Su primer control es una extensión de este pensamiento táctico, ya que siempre está dirigido hacia una acción segura u orientado hacia un compañero mejor situado.

Su visión de “fijar para liberar” lo convierte en un referente en el uso del espacio. Eyong no actúa como un ‘9’ que espera el balón, sino como un mediocentro adelantado que manipula la posición de los rivales, generando continuos desajustes en la última línea defensiva y entre los pivotes contrarios. Así, entiende cuándo ofrecerse en corto, cuándo alejarse para estirar a la defensa rival en repliegue y cuándo atraer a los centrales para habilitar el pase vertical posterior (abajo).
Su pasado como mediocentro le permite igualmente leer el contexto antes de recibir entre centrales y pivotes, anticiparse al movimiento de los defensores para recibir en ventaja o desmarcarse para activar a los extremos —Roger Brugué, Víctor García o Carlos Álvarez— e incluso al segundo punta, como Iván Romero, tras una descarga previa.

Ataque posicional: fijar, asociar y acelerar el ritmo ofensivo
En situaciones de ataque organizado o posicional, Etta Eyong asume el rol de pivote ofensivo. Aquí, fija su posición entre centrales para comprimir la última línea rival y liberar así los pasillos interiores, facilitando la progresión del equipo. Sus desmarques circulares en zona de finalización, rompiendo entre el intervalo central y lateral, son una constante en la estructura de posesión del Levante.
Es un jugador que se siente cómodo participando e influyendo en el juego: atrae, descarga y vuelve a ofrecerse en la siguiente línea, dando continuidad al ataque sin romper la estructura 4-4-2 que utiliza su entrenador, Julián Calero. Esta secuencia, simple pero precisa, lo convierte en el epicentro de la circulación ofensiva. Cuando el bloque del Levante supera la primera altura, su intervención genera ventaja en zona de finalización: orienta la jugada y maneja tiempo y espacio según su lectura del contexto, lo cual es un rasgo distintivo de los delanteros tácticamente inteligentes que adaptan sus virtudes a las necesidades del equipo (abajo).

Su influencia también se refleja en la sincronización colectiva. Si la defensa rival mantiene su altura, Eyong temporiza para permitir las rupturas diagonales de Carlos Álvarez, Roger Brugué o Iván Romero; si el rival repliega, activa la conducción vertical para forzar la falta táctica o el remate. La economía de toques es una de sus virtudes: su control corporal para realizar coberturas técnicas y la precisión en la descarga reducen las pérdidas y aumentan la fluidez ofensiva. Además, domina el concepto del “tercer hombre”, con el que, mediante un apoyo, fija a su marcador o genera superioridad posicional para liberar la siguiente línea de pase con una velocidad de ejecución que rompe bloques defensivos.
Etta Eyong actúa siempre para generar ventajas en cada posesión: transforma la acumulación de jugadores en la zona activa en progresiones limpias, haciendo que su equipo gane metros con sentido. Destaca especialmente en la zona de finalización, donde se consolida como un experto en el juego de paredes ante defensas replegadas.
Ataque en transiciones: potencia, coordinación y amenaza controlada
En contextos de transición ofensiva, Etta Eyong encarna la síntesis entre potencia y una correcta lectura táctica. No necesita gran velocidad punta para ser determinante, porque domina la aceleración y el uso del cuerpo como recurso para proteger el balón.
Su primer desmarque de apoyo es explosivo, su zancada amplia y firme, y su equilibrio sobresaliente en el choque directo con el rival. Ante defensas adelantadas, ataca la espalda con rupturas diagonales o verticales por el intervalo central-lateral, siempre en el momento justo para evitar el fuera de juego. Frente a bloques bajos, convierte cada envío largo en una disputa favorable que activa a Iván Romero o Carlos Álvarez. Su amenaza ofensiva es constante, obligando al rival a retroceder y generando así espacio para los llegadores de segunda línea, como Unai Vencedor, Carlos Álvarez o Jon Ander Olasagasti. Posteriormente, Eyong busca la zona de remate tras fijar a un central para ganarle la espalda en el posible centro lateral (abajo).

En transición, Eyong gana espacio rápidamente cuando está de cara a portería, acción en la que su coordinación y lectura temporal le permiten decidir con eficacia cómo girar o continuar (abajo). Tras visualizar la portería rival y medir el número de defensores, elige entre lanzar o conducir con una claridad impropia para su edad. No es un delantero que viva de la improvisación, sino de la anticipación. Asimismo, sus carreras no son reacciones, sino consecuencias lógicas de la jugada anterior.
Por otro lado, su influencia va más allá de la acción individual: cada movimiento arrastra a dos defensores y libera zonas para los compañeros del lado débil. En ese microespacio de 10 a 15 metros, Eyong demuestra su valor diferencial, ya que transforma el caos en estructura y convierte la transición en un arma colectiva, donde cada metro ganado tiene una intención táctica.

Fase defensiva: primer defensor, sincronía y control espacial
Sin balón, Eyong es un delantero que inicia la presión no por ímpetu, sino por inteligencia. En situaciones de bloque alto de su equipo orienta la salida rival hacia la banda, cierra la línea de pase al pivote (abajo) y coordina el salto con los mediocentros —Unai Vencedor, Oriol Rey o Kervin Arriaga— y los extremos —Carlos Álvarez o Roger Brugué—. Su lectura para saltar a la presión en el momento exacto le permite activar una presión sincronizada. Esta precisión evita desgastes innecesarios y mantiene la profundidad defensiva del bloque.

Si el rival supera la primera línea, Eyong realiza un repliegue corto pero intenso, cerrando las opciones interiores y protegiendo la estructura. Su comportamiento táctico permite defender alto sin fracturar al equipo, rasgo esencial del fútbol moderno.
En situaciones de repliegue, su impacto también sigue siendo alto, pues nunca se desconecta del trabajo defensivo. Es generoso en el esfuerzo: no siempre roba, pero siempre condiciona al poseedor del balón o provoca un pase forzado. Además, ayuda a los pivotes, cierra el primer pase interior y activa a sus compañeros para cercar la zona activa con mayor eficacia (abajo). Su potencia física le permite repetir esfuerzos sin perder claridad, y su inteligencia lo hace sostenible en sistemas de presión tras pérdida.

Una vez recuperado el balón, es un delantero que aporta fiabilidad: domina el primer contacto y gestiona el segundo balón con rapidez. Este compromiso colectivo, unido a su capacidad para reestructurar el bloque tras cada acción, lo convierte en un delantero que ordena, presiona y proyecta a su equipo en ambas fases del juego.
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