Tuve la suerte de comenzar mi formación como jugador en el Sporting. No es casualidad que de ese club salgan tantos talentos. Su estructura de formación es ejemplar porque entienden que el fútbol va más allá del juego.
La educación del ser humano es la base de todo. Un jugador más inteligente sabrá entender mejor las variables del juego. Lo que aprendí en aquella época es eterno.
En el fútbol profesional tuve el privilegio de convivir con personas fantásticas. En el Estrela da Amadora, estuve bajo las órdenes de Manuel Fernandes, quien tenía como auxiliar a José Mourinho, João Alves y Joaquim Teixeira. En el Benfica, trabajé con Jesualdo Ferreira (arriba), un hombre con una cultura táctica del juego enorme, además de Toni (António José da Conceição Oliveira).
“Soy producto de las buenas y malas experiencias que tuve con todos mis entrenadores”
En la selección nacional, mi generación pasó cerca de diez años bajo las órdenes de las mismas personas. Algunos compañeros y yo fuimos desde la sub-15 a la selección absoluta de Portugal trabajando siempre con la misma estructura federativa.
Estamos hablando de Carlos Queiroz, Nelo Vingada, Jesualdo Ferreira… Estamos hablando de personas emblemáticas, que tenían una manera muy propia de entrenar, de enseñar. No es casualidad que muchos de esos jugadores se volvieron técnicos exitosos.
Mis experiencias fuera de Portugal no fueron menos enriquecedoras. En el Real Oviedo, estuve con Juan Manuel Lillo, un pensador del juego. Son muchas referencias. Me podría quedar nombrando gente todo el día y aún faltarían nombres.
Trabajé con Óscar Tabárez, un hombre con una visión enorme. Con Bobby Robson, un gentleman que sabía liderar como pocos. En Inglaterra, mencionaré a Gérard Houllier (abajo), para mí, responsable de la transformación cuyos frutos cosecha el Liverpool actualmente.