
Iñigo Pérez
Rayo Vallecano, 2024 - Presente
Iñigo Pérez arrancó en junio de 2022 su carrera como segundo entrenador de Andoni Iraola en el Rayo Vallecano, club al que regresaría dos años después ya como primer entrenador. Sin embargo, sus planes eran otros, ya que su intención era continuar con Iraola cuando el técnico vasco fue anunciado como nuevo entrenador del Bournemouth inglés en el verano de 2023. Unos problemas burocráticos con su licencia de entrenador dieron al traste con esta opción. No obstante, como sucede en muchas ocasiones, de malos momentos surgen grandes oportunidades, pues eso permitió que Iñigo Pérez quedara libre para demostrar su valía como entrenador en el Rayo Vallecano.
En apenas unos meses salvó al modesto equipo madrileño del descenso a segunda división con una atractiva idea de juego, muy cercana a la que había implantado Iraola en su paso por Vallecas. Fruto de esa idea, Iñigo Pérez consiguió un hito histórico en la siguiente temporada: por primera vez en su historia el club se clasificó para Europa, en concreto para la Conference League, gracias a los puntos obtenidos en liga. En su anterior experiencia continental (temporada 2000-01), el equipo de la franja roja había jugado la Copa de la UEFA por invitación del máximo organismo europeo, al ser uno de los equipos con menos amonestaciones de Europa en la campaña previa.
En la 2025/26, el Rayo Vallecano sigue demostrando ser un equipo de autor, con unos principios tácticos que nuestros especialistas analizan en detalle en este informe.
Flexibilidad estructural: 4-2-3-1 y 4-4-2
El sistema base de Iñigo Pérez en el Rayo Vallecano se organiza en un 4-2-3-1 flexible, sostenido en el mediocampo por un doble pivote con jugadores de perfiles mixtos, es decir, un mediocentro de carácter destructor, Pathé Ciss, y otro de perfil organizador, que sale de la elección entre Óscar Valentín, Unai López, Pedro Díaz y Gerard Gumbau. La función del doble pivote en el mediocampo es garantizar la estabilidad del equipo y activar la progresión en ataque por zonas centrales, mientras que el mediapunta, Isi Palazón, busca recibir entre líneas y acelerar el juego hacia los últimos metros.
La línea defensiva se compone de dos centrales con capacidad para defender hacia adelante y dominar el duelo aéreo, con jugadores como Florian Lejeune o Luiz Felipe, combinados con jugadores más agresivos y de anticipación defensiva, en este caso, Jozhua Vertrouwd o el propio Pathé Ciss, quien ha actuado como central en fase de inicio para potenciar la salida de balón. Los laterales —Ivan Balliu y Andrei Ratiu en derecha, y Pep Chavarría o Alfonso 'Pacha' Espino en izquierda— tienen un rol determinante en la amplitud estructural, proyectándose con altura para fijar al rival y habilitar triángulos de progresión en los costados junto al extremo y al mediocentro.
La ocupación racional del espacio permite al Rayo de Iñigo Pérez activar mecanismos de superioridad ante su rival, generando también rutas de pase tanto por fuera como hacia carriles interiores (abajo). Mientras, en punta, se alternan perfiles como Randy Nteka, Fran Pérez o Alexandre Alemão, atacantes que aportan movilidad, presión tras pérdida y agresividad en el área rival.

En función del contrario, el Rayo Vallecano también puede estructurarse sobre un 4-4-2 en bloque medio-alto, donde los mediocentros actúan como enlace, fijando por dentro, para activar a los extremos en ventaja posicional sobre sus rivales.
En la fase defensiva del 4-4-2, Iñigo Pérez adelanta al mediapunta junto al delantero para activar una presión coordinada desde la primera línea. Esta estructura obliga al rival a jugar hacia los costados, debido al cierre interior ejercido por el doble pivote del Rayo, generando así escenarios de recuperación en campo contrario.
Atrás, la línea de centrales está formada por jugadores especialistas en anticipación y defensa del espacio a la espalda, combinados con otros compañeros que aportan lectura táctica y salida de balón. Por fuera, los laterales mantienen una altura intermedia: son agresivos en la presión sobre los extremos rivales, pero tienen la capacidad de sostener la línea para evitar rupturas, configurando un bloque compacto y solidario.

Presión alta y bloque adelantado
El Rayo Vallecano de Iñigo Pérez se ha consolidado como un equipo plenamente reconocible por su presión alta, organizada y agresiva. Para ello, la línea defensiva se posiciona de forma muy valiente, con los centrales defendiendo hacia adelante para reducir espacios a la espalda y sostener la presión, mientras que los laterales se proyectan de forma escalonada: saltan a la presión exterior cuando el balón se dirige a la banda, pero mantienen una correcta basculación para cerrar el intervalo central-lateral en caso de pase interior.
El ajuste táctico se activa adelantando a los interiores a la altura de los extremos, formando una línea de tres que orienta la salida del rival hacia un costado. Desde ahí, los extremos saltan con agresividad sobre los laterales rivales, mientras el pivote —habitualmente Ciss— ejerce vigilancia sobre el eje central, controlando al posible receptor entre líneas y actuando como ancla táctica (abajo). Esta activación sincronizada cierra rutas interiores y obliga al rival a recurrir a envíos directos, donde los centrales del Rayo se imponen en el juego aéreo y los laterales aseguran la segunda jugada.

El bloque adelantado no solo limita la progresión rival, sino que permite al Rayo Vallecano instalarse de forma sostenida en un bloque medio avanzado, reduciendo el tiempo que el oponente pasa en posesión y obligándolo a jugar bajo una presión incómoda.
Las ocupación racional del terreno se sostiene gracias a una línea defensiva valiente y coordinada, que defiende metros por delante de su propia área y reduce drásticamente la distancia entre líneas, generando una buena profundidad defensiva que favorece las recuperaciones inmediatas en primeras y segundas jugadas. En este contexto, Augusto Batalla actúa como portero proactivo (abajo), situándose varios metros fuera del área para cubrir la espalda de los centrales en cobertura constante.

Verticalidad y transiciones vertiginosas
En fase ofensiva, el Rayo Vallecano prioriza la progresión rápida y vertical antes que las posesiones largas, manteniendo la identidad que el club adquirió bajo Andoni Iraola y que Iñigo Pérez ha ido evolucionado con matices propios.
Después de cada recuperación, los extremos activan rupturas inmediatas atacando el intervalo central-lateral o la espalda del defensor, mientras Isi se ofrece entre líneas para girar y acelerar la transición como lanzador del contraataque. Estos movimientos no son aleatorios, sino automatismos trabajados en los que el primer pase vertical activa la subida escalonada del lateral y la llegada desde segunda línea de mediocentros como Óscar Valentín o Ciss, generando superioridades dinámicas en campo rival.
La de idea de verticalidad y transiciones del Rayo Vallecano de Iñigo Pérez tiene su origen en la etapa de Iraola en el equipo. Allí, la transición ofensiva no era un recurso reactivo, sino un principio en ataque para dañar al rival antes de que reorganizase su bloque. Los datos de aquella etapa de Iraola situaron al Rayo como uno de los equipos más dominadores de LaLiga tanto en posesión como en ataques directos, evidenciando una doble identidad: capacidad para someter con balón y agresividad para castigar sin él. Iñigo Pérez mantiene esa verticalidad, pero añade una mayor flexibilidad posicional del mediapunta y un uso más interior de los laterales, permitiendo una transición menos impulsiva y más racionalizada, en la que el equipo no solo corre, sino que elige cuándo, cómo y quién progresa, consolidando un modelo que convierte cada recuperación en una oportunidad real de gol.
En la temporada 2024/25, gran parte de los goles del Rayo llegaron fruto de rupturas diagonales, desmarques al intervalo y ataques rápidos al espacio. Un 80% de los 41 tantos ligueros del equipo anotados dentro del área, lo que evidencia la eficacia de un modelo que prioriza la llegada sobre la espera. Esas vías principales en ataque se mantienen en la 2025/26 (abajo), también con una estructura colectiva que reparte la responsabilidad goleadora entre los delanteros, extremos, mediapuntas e incluso los mediocentros que llegan desde segunda línea.

Además, la incorporación de un jugador ofensivo como Fran Pérez ha añadido un perfil diferente en punta —capaz de atacar al espacio, fijar centrales o llegar desde segunda línea— sin alterar la identidad del equipo. Tener diferentes piezas en ataque permite a Iñigo Pérez alternar movimientos de arrastre y rupturas simultáneas. Esto mantiene intacta la esencia de un modelo que explota la transición ofensiva como arma estructural para castigar defensas desorganizadas, pero incorporando nuevas soluciones para desarmar bloques bajos y defensas más hundidas.
Movilidad ofensiva y asociaciones
La estructura ofensiva del Rayo no se limita a progresar con verticalidad, sino que convierte esa movilidad en una ocupación racional del área que maximiza las opciones de remate.
Los patrones están claramente definidos: Álvaro García ataca el primer palo con diagonales desde el sector débil, De Frutos alterna rupturas al espacio con apoyos para fijar centrales e Isi aparece como mediapunta en zonas intermedias para perfilarse para el disparo o activar al compañero en el último pase. A ello se suma la llegada desde segunda línea de interiores como Pedro Díaz o Unai López, que irrumpen en el área con sorpresa, generando segundas oleadas imposibles de defender si la defensa rival se hunde.
Los centros laterales —ya sean rasos al primer palo, tensos al punto de penalti o retrasados a la frontal— encuentran siempre múltiples receptores. Esto permite al Rayo finalizar en superioridad o asegurar la segunda jugada para reiniciar el ataque (arriba).

El modelo de finalización, heredado del Rayo de Andoni Iraola y ahora potenciado por Iñigo Pérez, no concibe el ataque como una simple acumulación de jugadores. Mas bien lo ve como una coreografía táctica en la que cada movimiento ofensivo activa una reacción en cadena. Por eso, el objetivo no es solo rematar, sino impedir que el rival pueda respirar o reorganizarse, aprovechando su desorden, consolidando un estilo que convierte cada avance en una amenaza real para la portería rival.
En la temporada 2025/26, Iñigo Pérez ha introducido un recurso táctico innovador frente a defensas adelantadas y estructuras de presión alta, como ocurrió ante el Barcelona de Hansi Flick: ubicar a Isi junto a Díaz como doble punta dentro del 4-4-2. A diferencia del delantero tradicional, Isi no busca recibir al pie, sino condicionar la estructura rival situándose de manera deliberada en posición de fuera de juego para obligar a la línea defensiva a retroceder o dudar en sus vigilancias.
Ese movimiento genera una ruptura temporal del bloque contrario. Así permite que, tras un pase al extremo —habitualmente De Frutos o Álvaro García—, Isi pueda reingresar en posición legal con ventaja dinámica para atacar el espacio a la espalda (abajo).

Asimismo, ese mecanismo puesto en práctica ante rivales como el Barcelona facilita también activar una segunda vía ofensiva: si el rival bascula para tapar el pase a Isi, libera la carrera interior de Díaz o la irrupción desde segunda línea de Fran Pérez. La inteligencia posicional de Isi, combinada con la potencia física de Alemão y la movilidad de los extremos, proporciona al Rayo un ataque coral, imprevisible y capaz de generar ventajas no solo por acumulación de jugadores, sino por manipulación táctica del rival. Aquí demuestra una evolución del modelo heredado de Iraola hacia un sistema más sofisticado en la explotación de los espacios intermedios y profundos.
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