Diego Merino
Carabobo, 2023-Presente
Todo parecía llegarme muy rápido en el fútbol.
Fui futbolista, me encantaba jugar. Fui un mediocentro, jugaba de 6, o de 5, como le dicen en Latinoamérica. Pegaba, pero también jugaba sencillo. Creo que tácticamente, para el fútbol que se hacía, trataba de posicionarme bien. Ya era algo que me gustaba, aunque sin la pretensión de ser entrenador. Nunca lo pensé, pero tuve varias lesiones de rodilla y con 20 años me vi obligado a dejarlo. Entonces, fue mi padre un poco quien me dijo: “Oye, ¿por qué no entrenas en fútbol base? Si te gusta el fútbol, puede seguir ligado a él de otra manera”.
Comencé con una escuela que había en mi ciudad, Mérida, que se llama Emérita Augusta, para entrenar chicos de 11 y 12 años. Y, la verdad, que me empezó a gustar muchísimo.
Más tarde llegué a club en el que terminé mi carrera como jugador, el Valdecalzada, un equipo muy humilde de la Tercera División en España. El entrenador que estaba por aquel entonces me dijo: “Vente y me ayudas”. Algo de forma totalmente desinteresada, y dije que sí. Entonces acompañaba las dos labores: entrenar el equipo de niños y ayudar en el equipo de Tercera. Y, de nuevo, me gustó muchísimo.
Así estuve dos años.
El siguiente año entrené a cadetes, a niños más grandes, y seguí en el equipo de Tercera, ya con un rol de segundo entrenador. Al año siguiente, el presidente del club, cuando yo tenía 23 años, me dice: “Quiero que dirijas tú el equipo”. Para mí, fue una sorpresa.
De hecho, le pregunté: “¿Tú estás loco?”.
Él insistió que no. “Te hemos visto y te queremos para el cargo”. Fue una experiencia nueva, muy intensa y me abrió un mundo totalmente diferente. Ahí, ese año, fue cuando descubrí que quería dedicarme a esto, a ser entrenador profesional, de los que se dedican a esto y ya. Un trabajo.
Mientras tanto, terminé mi Módulo de Telecomunicaciones e Informática para que mi madre no se llevase un disgusto. Pero ya sabía que me dedicaría a esto.
Esa temporada, como dije, me abrió un mundo diferente, dándome la posibilidad de dar un salto de calidad a un escenario totalmente diferente al que yo me había encontrado: el Rayo Vallecano.
"Me tocó ir al fútbol de barro, buscarme la vida, que te cesen, que no te paguen, que los resultados no salgan, irme a mi casa unos meses sin trabajar… "
Ya con 25 años tenía un currículo en el que ponía que era campeón de España a nivel juvenil, tanto en la Liga, como en la Copa. Ganando además una Bota de Oro al mejor entrenador de la comunidad de la temporada. Ese premio, para ponerlo en valor, se lo habían dado a Carlo Ancelotti la temporada anterior.
Entonces recuerdo una conversación en el club donde, más o menos, se me dice que la idea conmigo era poder dirigir al Rayo Vallecano una vez terminada la etapa de Paco Jémez, después de que yo cumpliese unos 30 años y, pudiéramos decir, que tendría un tiempo de cocción mayor como entrenador… Pero a mí eso me sabía a poco. Yo quería batir el récord de Juanma Lillo (abajo), que fue el entrenador más joven de Primera División con 29 años.
Imagina mi mentalidad: me había llegado todo tan rápido y, quizás, de una forma no tan trabajada como en este momento. Pero dije: “yo quiero dirigir en Primera con 28, no con 30 porque se me hace tarde”.
Y el fútbol me dio una hostia de realidad.
Me tocó ir al fútbol de barro, buscarme la vida, que te cesen, que no te paguen en un sitio, que los resultados no salgan, irme a mi casa unos meses sin trabajar… Nada de eso lo había vivido: destituciones, malos resultados. Todas esas experiencias, mirando para atrás, han sido un aprendizaje.
"Fue difícil adaptarse al contexto. Piensen que era un tío totalmente desconocido, que nadie sabe por qué viene o quién lo ha traído"
Llegó entonces una reunión que me cambió para siempre. Tengo un amigo, Pedro Blanco, que conocía al Director Deportivo del Carabobo de Venezuela, Salvatore Simeone. Esto comenzó a gestarse a mediados de 2022. Pedro me dijo que me sentara a tomarme un café con este director, que nos conociéramos. No estaba tan seguro, pero al final me animé e hice las tres horas en coche de Mérida a Madrid, donde estaba Salvatore por unos días, para encontrarme con esta persona.
Lo que iba a ser solo un café terminó en dos reuniones de 5 horas cada uno en las que cada uno mostró su metodología de trabajo y quedamos con la conclusión de que trabajaríamos juntos. Todo parecía perfecto.
Pero de nuevo, nada sería sencillo.
Por algunas circunstancias, no se concretó el acuerdo en diciembre de 2022 cuando estaba todo casi cerrado. Quedé muy decepcionado por eso, pero seguí con la idea de dirigir en Venezuela. Así que a mediados de 2023 agarré mi ordenador, unos pocos ahorros –que no me sobraban en lo absoluto – y me marché a Caracas a analizar equipos y a ver fútbol. Pero esto sin conocer a nadie para trabajar allí.
Ya me había olvidado de aquella lejana reunión con la gente del Carabobo cuando, terminado el torneo Apertura, me vuelven a llamar.
“Otra vez no, por favor… que no resisto otra decepción como la que viví al no firmar con ustedes”, recuerdo decir.
Pero en el club insistieron y, tras un mes de espera. Finalmente pude asumir. Mi primer equipo en Primera División.
"He implementado mi método de trabajo, pero siempre muy atento para hacer ajustes donde corresponda"
Y fue otra cosa, algo muy distinto. Una cosa es analizar vídeos y otra vivir el día a día con ellos. El club venía con un proyecto a mediano plazo: tratar de imponer nuestra metodología de trabajo e ir creciendo paulatinamente.
Fue difícil adaptarse al contexto. Piensen que era un tío totalmente desconocido, que nadie sabe por qué viene o quién lo ha traído. Entonces traté de ser muy cauto, muy prudente, ser persona y tratar de ganarme el respeto con trabajo, más que con palabras.
Eso nos dio resultado.
Primero comenzamos entrando en los primeros ocho de la tabla, aunque cerca del final se complicó. Ya clasificados, veíamos la opción de la final. Pero incluso allí, era un sueño. Nunca nos proyectamos como campeones. Nadie en el club lo vio venir.
Pero soy de los que piensan que quien no arriesga, no gana. Fuimos valientes y salimos a ganar, aunque con equilibrio. Salió bien.
El fútbol de Venezuela tiene particularidades que hay que entender. Primero, tienes que estar muy vivo, muy despierto, para tomar siempre las mejores decisiones. A nivel táctico tenía dudas sobre hasta dónde podía implementar de golpe mi idea y hasta dónde me tenía que adaptar. Pero desde el club me dieron luz verde y el grupo, también.
"Tengo ambiciones, obviamente, pero sin hacer planes a largo plazo. Prefiero ir poco a poco"
Entonces, he implementado mi método de trabajo, pero siempre muy atento para hacer ajustes donde corresponda. Por ejemplo, me encanta defender en zona en las acciones a balón parado. Lo hicimos y encajamos un tremendo número de goles. Hubo que ajustar eso. Cambiamos y defendimos combinado. es decir, en zona y marcaje individual.
El escenario ideal es tener la pelota, ser protagonista, aunque siempre dentro de procedimientos tácticos. Pero no te vale solo esto. En el fútbol actual, los equipos tienen que ser muy completos. Así, para poder crecer, tenemos que ser un buen equipo sin balón, con balón, con balón parado, con buen juego asociativo, pero al mismo tiempo, vertical. Venezuela tiene un fútbol de muchas transiciones.
Estoy agradecido porque me dejan trabajar y me siento con confianza de la dirección deportiva, algo que sentí en pocas partes.
Ahora bien, necesitamos mejorar cosas. Si repetimos la fórmula que nos llevó al título en 2024 no nos va a alcanzar en el futuro. Tenemos que crecer. ¿Cómo? Aprovechando la situación para mejorar la institución, campos de entrenamiento, la ropa... Cosas que parecen obvias, pero que, por tener el foco en el juego, nos olvidamos en el día a día.
Haciendo las cosas con un camino marcado, podemos recortar distancias con instituciones con más historia y poderío que la nuestra.
Pero no lo niego, me ilusiona lo que viene. Soy una persona que nació futbolista profesional, que dirigió desde abajo, que llegó casi de casualidad, que ni tengo agente y que me moví mucho de sitio. Encima, venir en mitad de la temporada y seis meses después ganar una final, asegurando el cupo a la final absoluta de un país y ver la Copa Libertadores tan cerca, por supuesto, me pone a soñar.
"Estoy convencido de que tendré partidos más grandes. No temo buscarme la vida y buscar las oportunidades"
Sin embargo, en lo personal, no me proyecto tanto. Tengo ambiciones, obviamente, pero sin hacer planes a largo plazo. Prefiero ir poco a poco, ver y aprender lo que hacen otros entrenadores para absorber herramientas que me ayuden en el futuro. Sigo mucho el trabajo de entrenadores como Pep Guardiola y Unai Emery, a quienes incluso pude ver trabajar en su momento.
Solo quiero que, al irme con mi cuerpo técnico, este club sea un poco mejor de lo que era cuando llegamos.
Quizás en lo personal, mi única cuenta pendiente, es que solo me he enfocado en el trabajo en todas las partes donde estuve. Para hacerte una idea: Valencia, la ciudad en la cual vivo, tiene playas hermosas muy cerca. Y no las conocí hasta que desde el club me obligaron a ir para una actividad. ¡Y fue una pasada!
Mis padres estuvieron en Venezuela hace poco y nos quedamos con una hermosa impresión. Aunque esta es una opinión con mucho sesgo, porque yo a Venezuela siempre la tendré en mi corazón por lo que me ha dado. También nos emocionamos mucho, porque el camino hasta aquí ha sido muy largo.
Antes de la final me preguntaron si aquel era el partido más importante de mi carrera. Y, con humildad, estoy convencido de que tendré partidos más grandes. No temo buscarme la vida y buscar las oportunidades…
Tengo confianza en que, si sigo trabajando, vendrán grandes cosas.
DIEGO merino