Ralf Rangnick
Director deportivo del RB Leipzig y el Red Bull Salzburgo, 2012-2015
Acababa de ser despedido después de dos temporadas exitosas con el Schalke 04 cuando recibí una llamada en mi casa.
El interlocutor se describió a sí mismo como Dietmar Hopp, una de las personas más ricas de Alemania. En ese momento, en el 2006, era común que, desde la radio, algún imitador hiciera bromas a personalidades. Así que esperé un minuto y lo dejé hablar.
Después de ese minuto me quedó bastante claro que era, en efecto, Dietmar Hopp. Así que conversamos. Me preguntó si creía que podría hacerme cargo de su equipo, el Hoffenheim, y si podría llevarlo desde la Tercera a la Primera División alemana. En ese entonces él tenía 65 años y me dijo: “¿Crees que puedas llevarlos a Primera División para mi cumpleaños 70?”.
“Bueno, puedo hacerlo, pero tiene que ser antes de que pasen cinco años”, respondí. “Debemos hacerlo en dos o tres”.
Así fue cómo comenzó todo.
El Hoffenheim era un club de la Tercera División. No tenía departamento médico o de scouting. Nada. Jugaban frente a unos 1.500 espectadores de promedio en sus partidos de local, pero yo tenía la visión de lo que podría pasar en el área si llegaban a la Bundesliga.
Después de tres partidos teníamos un solo punto y éramos penúltimos. Puedes imaginarte la reacción. Algunos se reían y decían sarcásticamente: “Maravilloso, mira lo que están haciendo”.
Paulatinamente fuimos ganando puntos y durante la segunda parte de la temporada alcanzamos los suficientes para terminar segundos y lograr el ascenso.
“Le dije a mi cuerpo técnico que teníamos que cambiar la formación: teníamos que jugar
4-3-3”
En ese entonces nadie quería jugar para el Hoffenheim, en ese pueblito y en la Segunda División. Ese verano, en la pretemporada en Austria, decidí que ya era suficiente: no podíamos hablarle solo a jugadores experimentados. Decidimos que, en lo sucesivo, buscaríamos a jugadores muy jóvenes y talentosos con potencial de mercado. Hablé con el departamento de scouting y luego traté de convencer yo mismo a los jugadores para que viniesen.
Solo uno de esos jugadores firmó y la temporada comenzó. Después de tres partidos solo teníamos un punto y, de nuevo, éramos penúltimos. La historia se repetía.
Teníamos una semana más antes del cierre de la ventana de fichajes, y en esa semana firmamos a cinco jugadores. Uno de ellos era Demba Ba. Los otros fueron Chinedu Obasi, Carlos Eduardo, Luis Gustavo y Vedad Ibisevic. Perdimos contra Friburgo, pero después de eso comenzamos a ganar partidos y al final de la temporada, ascendimos al terminar segundos.
Ese segundo año jugamos con un 4-4-2 en rombo. Los delanteros eran Ba y Obasi, con Ibisevic entrando principalmente desde el banquillo en lugar de Demba o Chinedu, quien ese año fue a los Juegos Olímpicos con Nigeria.
“Nuestra ambición siempre fue tener los mejores en cada puesto”
Mantuvimos la misma formación con Ba e Ibisevic. Durante la pretemporada, este último anotó desde todas partes. Al comienzo de esa primera temporada en la Bundesliga, solo fichamos a Andi Beck desde el Stuttgart, pero ganamos nuestro primer partido, 3-0 en Cottbus.
Una semana después regresó Chinedu desde los JJ.OO, con lo cual se nos presentó un problema: teníamos tres delanteros top. Le dije a mi cuerpo técnico que teníamos que cambiar la formación, así que jugaríamos en un 4-3-3 con un tridente de ataque.
En ese momento tuve algunas discusiones con Demba y Chinedu, pero al final ganamos tantos partidos y anotamos tantos goles que, después de seis meses, estábamos en la cima de la tabla, incluso por encima del Bayern Múnich. De un pueblito, a la cima de la Bundesliga en dos años y medio. Eso fue digno de un cuento de hadas.
Nuestra ambición en el Hoffenheim era tener a los mejores en cada puesto. También creamos nuevos puestos que antes no existían. Lars Kornetka, mi amigo y colega, se convirtió en el primer analista de video en Alemania en 2007. Lo trajimos a Hoffenheim y, con mi amigo Helmut Gross, lo formamos y le enseñamos nuestro estilo de fútbol. Es el mejor analista de video que tenemos en el país.
“Insistió en que nos reuniéramos: ‘Estaré allí en una hora: llegaré en helicóptero’”
Cuando miro hacia atrás, a finales de la década de los 90, cuando entrenaba al Ulm, tenía un solo asistente técnico y el entrenador de porteros. Incluso teníamos que editar el análisis previo al partido y el post partido, de una cinta de VHS a otra.
Hoy en día tienes un staff de 25 a 30 personas, todos especialistas en diversas áreas. Pero entonces en el Hoffenheim y después en Red Bull, siempre estuvimos intentando innovar. Desarrollando equipos de fútbol, también desarrollamos futbolistas.
Un día de verano en 2011 estaba en mi café favorito cuando sonó mi teléfono móvil. Era Dietrich Mateschitz, el propietario de los clubes Red Bull, buscando un nuevo entrenador para el Red Bull Salzburgo.
Le dije que no estaba interesado, pero él insistió en que nos reuniéramos: “Estaré allí en una hora, llegaré en helicóptero”.
“Deberías hacer lo que haces en la Fórmula 1”
No había punto de aterrizaje para helicópteros en mi casa, así que le pregunté a un agente de futbolistas, Uli Ferber, si podría hacerlo en el techo de su casa, donde había una cancha de césped sintético.
Dietrich llegó acompañado por Gérard Houllier como asesor externo y durante dos horas más intentó convencerme de que me convirtiese en el nuevo entrenador del Salzburgo. Cuando entendió que no lo haría, me dijo: “Señor Rangnick: ¿qué estamos haciendo mal en el mundo del fútbol?”.
En ese momento el RB Leipzig estaba en la Cuarta División del fútbol alemán y el RB Salzburgo era apenas un equipo promedio. Mientras tanto, Sebastián Vettel pronto ganaría su cuarto título consecutivo de la Fórmula 1 manejando un Red Bull.
“Deberías estar haciendo todo lo que hacen en la Fórmula 1”, le dije. “En vez de eso, están haciendo lo contrario”.
“Cuando firmamos a Kimmich, era prácticamente un desconocido”
“Yo solo trato de reclutar jugadores que están firmando su primer o segundo contrato, porque la mayoría de los integrantes de esos dos equipos lo hacen por razones financieras y porque les gusta vivir en ciudades como Salzburgo y Leipzig”.
No tenía nada que ver con desarrollar sus propias carreras.
Él también tenía el New York Red Bulls y el Red Bull Brasil, por lo cual le dije: “Si tienes cuatro clubes, yo crearía sinergia entre ellos. Los pondría a jugar un estilo de fútbol más o menos parecido, con el mismo departamento de scouting. Desarrollaría una identidad corporativa similar dentro de todos los clubes”.
Finalmente, así fue como acepté convertirme en el director deportivo de dos clubes europeos en ligas diferentes, en dos países distintos. En una semana tuve que nombrar a dos entrenadores. Después decidí crear un equipo completamente nuevo. El primer fichaje que hicimos fue Sadio Mané, quien entonces tenía 20 años, por cuatro millones de euros desde el Metz. El segundo fue Kevin Kampl.
“Haaland escuchaba todos los días el himno de la Champions”
Entonces hicimos exactamente lo mismo que hicimos con el Hoffenheim. Cada ventana de fichajes firmábamos a jugadores entre 18 y 20 años. Dayot Upamecano tenía 16. Naby Keïta, 19. Con cada ventana de pases reducíamos la edad promedio del equipo y aumentamos de forma radical la calidad. Leipzig ganó dos ascensos seguidos.
Cuando fichamos a Joshua Kimmich en 2013, recién habíamos ascendido a la Tercera División alemana. Y era un chico de 18 años completamente desconocido.
Él no quería jugar otro año más en la Sub 19 del Stuttgart. Quería jugar en la categoría absoluta, así que lo tuvimos a préstamo por dos años. En su primer entrenamiento jugamos un cuatro contra cuatro y a sus 18 años ya le reclamaba a los compañeros que no se esforzaban lo suficiente para ganar. No es coincidencia que se haya convertido en el jugador que es hoy: se esforzaba por mejorar todos los días. Odia perder y quiere ser cada vez más competitivo.
Mané, Keïta, Upamecano, Kimmich y Erling Haaland tenían eso en común. Siempre querían mejorar y tenían una mentalidad top, lo cual es vital. Erling era siempre el primero en llegar a los entrenamientos y el último en irse. Todos los días, cuando iba al campo de entrenamiento, escuchaba el himno de la Champions League en su coche. Eso te dice mucho de él.
“Nunca le dije al entrenador quién debía jugar”
Siempre estamos buscando a las personas más capacitadas para nuevos perfiles de trabajo. Uno de esos perfiles fue el de oficial de enlace.
Firmamos a muchos jugadores de origen africano, como Ibrahima Konaté, y no sólo tratamos de desarrollarlos técnicamente, tácticamente y físicamente. También necesitábamos asegurarnos de tener a alguien que los ayudara a adaptarse a su nuevo entorno. Esa gente era muy importante para el crecimiento de estos jugadores. Sin ellos, no habríamos podido desarrollarlos cómo lo hicimos.
Eso también fue nuevo para mí, porque hasta que comencé a trabajar en Red Bull, siempre fui primer entrenador. Por primera vez no lo era y tenía que averiguar qué líneas podía cruzar.
El vestuario es el área en la cual el técnico decide. Nunca le dije a un entrenador a quién debía alinear. Eso era algo nuevo para los entrenadores: tener un director deportivo que pensara y viese las cosas como un entrenador.
“Tenemos perfiles bastante claros de los técnicos y jugadores que queremos”
Después del primer par de meses y tan pronto como los entrenadores – Roger Schmidt en Salzburgo y Alex Zorniger en Leipzig – entendieron que era para su propio beneficio, todo fue casi perfecto.
Roger siempre quiso jugar con un 4-2-3-1. El delantero era Jonathan Soriano, pero teníamos un segundo atacante: Alan. Al regresar, después de una lesión de rodilla, anotó cada vez que entró al campo. Entonces Roger y yo tuvimos un debate.
“Roger, tenemos dos delanteros que marcarán 30 goles cada uno en la liga austríaca, así que deberían jugar ambos. Tiene sentido jugar con dos delanteros centro. Así podemos atacar directamente a nuestros oponentes y todavía tendremos a Sadio Mané a la izquierda y a Kevin Kampfl a la derecha”.
Nos decidimos por una formación que no tenía nadie ni en Alemania, ni en Austria: 4-2-2-2. Una línea de fondo con cuatro defensores, dos interiores de primera línea –uno era de corte menos defensivo– dos mediapuntas y dos delanteros. Mane y Kampl no eran extremos: jugaban en una “semiposición”, la cual llamamos “la zona roja”.
De ahí en adelante nos fue fantásticamente y a los rivales les era muy difícil atacarnos. Ese es el trabajo de un primer entrenador y de un director deportivo: asegurarse que el equipo pueda rendir bien y ganar; así como que los jugadores puedan desarrollar su máximo potencial.
Tenemos perfiles muy claros de los jugadores que tenemos. Lo mismo ocurre para los entrenadores. Conocíamos el tipo de entrenadores que necesitábamos para el futuro, así que siempre teníamos una lista de pre-seleccionados. También formamos a nuestros scouts en nuestro estilo de fútbol. De otra forma, no habríamos sabido qué tipo de jugadores necesitábamos.
El fútbol moderno es exactamente así. Debes sentir esa pasión por el juego, pero al mismo tiempo siempre debes intentar aprender.
El mismo día que sienta que no quiero aprender más, es el día que se acaba todo.