
laLiga 2025/26, 2 de diciembre de 2025
Raphinha (26)
Dani Olmo (65)
Ferran Torres (90+7)
Álex Baena (19)
Victoria completa para el Barcelona ante el Atlético de Madrid. En todos los sentidos. Los de Hansi Flick mantienen el liderato, refuerzan algunas de las señas de identidad del juego que mostraron la temporada pasada y ganan por fin a uno de los llamados grandes. No lo habían hecho ni en LaLiga contra el Real Madrid (derrota por 2-1), ni en la Champions League, como ante el Chelsea (3-0) y el PSG (1-2).
Dentro de esas señas de identidad del Barcelona está jugar con la línea de fuera de juego muy adelantada, algo que aprovechó el Atlético de Madrid con el gol de Álex Baena, quien finalizó de forma brillante ante la salida de Joan García. Un gol que subió al marcador tras la revisión del VAR, tónica dominante del partido en todas las acciones ofensivas del Atlético, analizadas al detalle desde la sala de videoarbitraje. También forman parte de las señas de identidad del Barcelona el papel importante que deben jugar Pedri y Raphinha en el juego del equipo. Entre los dos generaron el gol del empate, con asistencia del centrocampista español y perfecta finalización del brasileño. A partir del empate, el Barcelona hundió al Atlético, algo que provocó el penalti de Pablo Barrios, errado por Robert Lewandowski.
Sí tuvo acierto Dani Olmo para fabricar el gol del 2-1, con una gran maniobra dentro del área y remate final. El internacional español cayó lesionado en esa misma acción con problemas en su hombro izquierdo. Los últimos minutos fueron para el Atlético, que se estiró en ataque con los cambios de Diego Simeone. Thiago Almada y Antoine Griezmann entraron desde el banquillo y tuvieron claras ocasiones para marcar, frustradas ambas por malos golpeos. Ferran Torres hizo el definitivo 3-1 en los últimos segundos para confirmar la victoria del Barcelona.
Análisis de los entrenadores
"Nuestra actuación ha estado a otro nivel. Uno de los mejores partidos de la temporada", celebró Hansi Flick. El técnico del Barcelona habló además sobre la vuelta de Raphinha al once inicial: "Es un jugador muy importante. Cuando está en el campo eleva la intensidad, la de todos”. Por supuesto, también lo hizo sobre Pedri: "Es un jugador increíble. Estoy contento porque ya ha recuperado su nivel".
"Me voy contento porque el equipo compitió, aunque lo pudimos hacer mejor defensivamente", resumió Diego Simeone sobre el guion general del partido. "Ellos encontraron huecos para hacernos daño con esos pases por dentro. Son muy buenos en esas transiciones por el medio", añadió el técnico rojiblanco sobre los pequeños detalles que marcaron el partido.
Superioridad estructural del 4-2-3-1 del Barcelona frente al 4-4-2 del Atlético
El Barcelona se adueñó del partido desde su 4-2-3-1 asimétrico, articulado sobre un trivote en el mediocampo muy definido que estructuró todas las ventajas interiores. Pedri y Eric García formaban la base del triángulo, alternando funciones de organización y fijación para dar claridad ofensiva en campo propio, mientras Dani Olmo se situaba por delante, entre líneas, como mediapunta agresivo encargado de acelerar el ritmo, conducir en vertical y recibir en ventaja en la frontal del área rival.
Ese triángulo modulaba el ritmo y la altura del ataque del Barcelona. Para ello, Pedri liberaba líneas con su movilidad ofensiva y su seguridad a la hora de superar la línea de tres medios atlética, Eric garantizaba continuidad del juego y equilibrio y Olmo ocupaba zonas imposibles de rastrear para el Atlético. Asimismo, las constantes permutas entre Olmo, Pedri y Lamine Yamal estiraban (abajo) y estrechaban simultáneamente el bloque defensivo rival, generando un ecosistema de apoyos en la zona activa, donde siempre existía un receptor libre y un pase que rompía estructuras.

El Atlético, desde su 4-4-2, dependía de Johnny Cardoso para equilibrarse con los centrales cuando Olmo se acercaba a Yamal. De esta manera, los de Simeone protegían el carril exterior izquierdo junto con Clément Lenglet y Dávid Hancko. Pero el sistema careció de mecanismos para controlar el espacio entre pivotes y centrales, por donde Pedri, Eric y Olmo enlazaban pases entre líneas.
Tras la lesión de Cardoso y la entrada de Koke en el minuto 14, fue Pablo Barrios quien asumió la función de equilibrarse entre centrales. Sin embargo, la línea de cuatro quedaba demasiado estática y con jugadores mal perfilados, incapaz de ajustarse a los movimientos interiores del Barça, mientras Barrios y Koke debían abarcar una zona demasiado amplia, generando intervalos por donde el Barcelona filtraba pases hacia la última línea de ataque. Esa pareja interior en el Atlético no logró orientar la creación del Barça hacia los costados y, cuando uno de ellos saltaba, se abría un intervalo que el Barça explotaba con precisión (abajo).

La influencia de Raphinha como acelerador del plan ofensivo
Raphinha fue el jugador que moduló el ritmo ofensivo azulgrana con sus desmarques de ruptura en profundidad. Su control de los intervalos entre lateral y central, su capacidad para intervenir por dentro sin perder amenaza exterior y su agresividad para atacar la última línea obligaron a Lenglet, José María Giménez, Hancko y Nahuel Molina a vivir siempre en situaciones de corrección defensiva. Su gol del 1-1 es un ejemplo perfecto: Pedri habilitó en su zona de mayor influencia y Raphinha rompió el timing defensivo del Atlético por el intervalo entre Lenglet y Hancko (abajo).
Raphinha también fue relevante sin balón, liderando la presión tras pérdida. Saltaba sobre el poseedor o cerraba accesos interiores, facilitando al Barça ataques cortos y recuperaciones inmediatas.

Ajustar alturas fue un problema para el Atlético. Molina no podía saltar sobre Raphinha sin romper la línea de cuatro atrás. Pero si no lo hacía, el extremo brasileño recibía entonces en ventaja para conducir o activar a Pedri u Olmo (abajo) por dentro. Los centrocampistas rojiblancos tampoco lograron cerrar líneas de pase. Incluso con Alexander Sørloth y Julián Alvarez en punta en el segundo tiempo, el Atlético siguió sin controlar la altura del bloque ni la profundidad defensiva, concediendo siempre un espacio cómodo para que el Barça jugara a la espalda de los centrocampistas.

La explotación del espacio interior por parte del Barcelona
El Barcelona construyó su dominio especialmente en la zona del mediapunta, donde Pedri manejó el ritmo, la orientación de los ataques y la dirección final de las jugadas. La recepción de Pedri entre Barrios y Baena era casi siempre limpia, y a partir de ahí el Barça encadenaba secuencias de tercer hombre (abajo), fijaciones y rupturas interiores con Lewandowski o Raphinha.
El 2-1 de Dani Olmo llegó a partir de esa interpretación colectiva: movimiento interior del extremo, fijación del lateral, pase que supera la línea intermedia y llegada desde segunda línea atacando el perfil débil del sistema colchonero.

El Atlético sufrió porque su estructura no tenía una respuesta clara para cerrar esa zona, sobre todo por el flanco izquierdo de su defensa (abajo). Barrios debía decidir entre saltar hacia Eric García o proteger el espacio previo, mientras que Koke acudía en ayuda sin lograr sincronizar. La línea Lenglet–Giménez–Hancko–Molina replegaba sin un patrón común.
El resultado fue un Atlético defendiendo en bloques demasiado largos, con excesiva distancia entre el mediocentro y los centrales, lo que permitió al Barça progresar sin necesidad de transiciones rápidas.

La solidez defensiva frente a la falta de continuidad ofensiva del Atlético
Más allá del juego ofensivo, el Barcelona impuso una estructura defensiva cohesionada y agresiva. Los centrales, Pau Cubarsí y Gerard Martín, sostuvieron la línea en altura, anticipando sobre Alvarez y saltando a zonas exteriores sin perder de vista a Giuliano Simeone. En la derecha, Jules Koundé corrigió de forma impecable el lado débil, y Alejandro Balde cerró las transiciones por su flanco.
Cuando el Atlético intentaba progresar, se encontraba con un Barça replegado en un 4-2-3-1 compacto, con Olmo y Pedri cerrando carriles interiores y Eric García regulando las segundas jugadas. Sin embargo, en algunos momentos hubo desajustes en la presión sobre el poseedor de balón del Atlético, como en el 0-1 (abajo). Lamine, Raphinha, Olmo y Lewandowski se descolgaron y Eric García replegó, generando una superioridad numérica para los rojiblancos.

El Atlético nunca consiguió tener continuidad ofensiva. Su 4-4-2 apenas generó ventajas: Simeone tenía que bajar demasiado para recibir, Alvarez quedaba aislado y Nico González —sustituido al descanso por Gallagher— no logró conectar por la izquierda.
Tras los cambios ofensivos de Simeone, con Sørloth y Almada, el Atlético ganó presencia en el área (abajo), pero no estructura: faltó control del segundo pase y anchura para estirar al Barça. El ataque quedó reducido a estímulos aislados.

Control del ritmo y gestión de las alturas defensivas del Barcelona
El tramo final mostró una de las claves tácticas del partido: el Barça controló el ritmo y las alturas defensivas incluso sin Dani Olmo ni Pedri, y con un mediocampo remodelado —Eric García, Marc Casadó y Dro Fernández—.
Lejos de hundirse, el equipo gestionó la posesión con alturas escalonadas, asegurando un apoyo por dentro, otro por fuera y otro por detrás de la presión. Con Marcus Rashford y Ferran Torres ensanchando el campo, el Barça estiró al Atlético hacia los costados, ralentizó cualquier intento de presión organizada y mantuvo el dominio del partido y posicional. El 3-1 (abajo) llegó exactamente a partir de ese manejo del ritmo: amplitud, paciencia y lectura del momento para agredir.

En contraste, el Atlético —en su 4-4-2 con Sørloth y Julián Alvarez— no logró activar una presión coordinada en campo rival (abajo). La primera línea no saltaba en sincronía, la segunda no achicaba distancias y los centrales dudaban entre adelantar o proteger la profundidad. El bloque quedó partido, incapaz de sostener secuencias ofensivas prolongadas. Ni Almada encontró recepciones ventajosas, ni Gallagher avanzó metros desde el pase, ni Sørloth recibió con apoyos cercanos.

El Atlético necesitaba aunar esfuerzos, adelantar líneas y dividir el partido, pero su estructura no lo permitió ante un Barça que sí fijó las alturas, dominó las distancias y agotó cualquier opción de remontada rojiblanca.
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