
laLiga 2025/26, 21 de diciembre de 2025
Raphinha (12, pen)
Yamal (63)
El Barcelona cerró 2025 con una victoria de gran valor en el estadio del Villarreal, cuarto clasificado de LaLiga y uno de los equipos más exigentes del campeonato. Tres puntos que le permiten finalizar el año como líder, con cuatro de ventaja sobre el Real Madrid y nueve sobre el Atlético de Madrid. Marcelino García, entrenador del conjunto amarillo, planteó el encuentro con la intención de hacer daño a los azulgranas mediante un ritmo alto y transiciones rápidas. El equipo de Hansi Flick supo resistir en la primera mitad y, además, se adelantó muy pronto en el marcador gracias a un penalti transformado por Raphinha.
Pese al gol encajado, el Villarreal mantuvo su plan y dispuso de varias ocasiones, con Joan García como gran protagonista bajo palos para el Barcelona. El punto de inflexión llegó pocos minutos antes del descanso, con la expulsión de Renato Veiga. El central del Villarreal cometió una dura e incomprensible falta sobre Lamine Yamal, dejando a su equipo con diez jugadores. En inferioridad numérica, los locales no pudieron sostener la intensidad ni batir a un inspirado Joan García. En cambio, el Barcelona mostró mayor contundencia y sentenció el partido con el gol de Yamal, que a la postre resultó definitivo para asegurar la octava victoria seguida azulgrana en LaLiga.
Análisis de los entrenadores
“Un Villarreal grandísimo, enorme, pero para ganar al Barça hay que aprovechar las ocasiones”, señaló Marcelino García. “Ellos se han beneficiado de un penaltito y de la superioridad numérica. No obstante, la jugada de la expulsión deberíamos haberla evitado porque no tenía ninguna trascendencia”, añadió el técnico del Villarreal. Por su parte, Hansi Flick valoró el resultado: “Al final, lo importante son los tres puntos y haber mantenido la portería a cero. Estoy contento con la victoria”. "Joan García nos salvó", añadió el entrenador del Barcelona, quien destacó la actuación de su portero.
Presión sobre la salida y ataques cortos
El Villarreal, desde su sistema 4-4-2, planteó un inicio de partido con el objetivo de interrumpir la salida de balón del Barcelona. Ayoze Pérez y Nicolas Pépé presionaban de manera intensa a Pau Cubarsí, Gerard Martín, Alejandro Balde y Jules Koundé. Alberto Moleiro, por su parte, se mantenía preparado para saltar a los carriles exteriores, buscando forzar recuperaciones en campo rival y activar la contra (abajo). De esta forma, el Villarreal de Marcelino convirtió la salida azulgrana en un desafío constante, ya que los de Flick debían afinar sus movimientos y tomar decisiones rápidas bajo presión. Con poca posesión, los locales lograron generar un volumen considerable de llegadas a zona de finalización, partiendo de robos o errores no forzados en la salida del Barça.

El Barça, jugando en un 4-2-3-1, evidenció las dificultades de jugar sin Pedri, quien estaba ausente por lesión. Sin su cerebro en el centro del campo, el equipo de Flick tuvo menos capacidad de pausa y control del ritmo, además de estar más expuesto en el inicio de su juego. Gerard Martín sufrió cuando tuvo que decidir bajo la presión de Nicolas Pépé o Ayoze Pérez, lo que resultó en pérdidas en zonas clave de creación (abajo) que alimentaron las contras del Villarreal. Además, cualquier pase corto se convirtió en una invitación para que el rival aumentara la presión sobre los centrales blaugranas. Alejandro Balde también estuvo en situaciones de riesgo al tomar decisiones arriesgadas en la salida. A pesar de todo, Flick no renunció a iniciar desde atrás, pero el equipo necesitó la ayuda defensiva de Joan García en situaciones de repliegue tras pérdidas de balón.

Amplitud local, centros y rupturas
En fase ofensiva, el Villarreal apostó por estirar el campo y explotar las bandas con centros laterales y conducciones verticales. Sergi Cardona fue un activo permanente por el carril izquierdo, proporcionando centros (abajo), mientras que Tajon Buchanan se mostró como una amenaza constante por su flanco derecho, llegando al área para atacar el segundo palo. Dani Parejo, encargado de la creación, buscó cambios de orientación a los extremos y laterales avanzados, así como envíos directos y tensos al área, ayudando a contrarrestar la presión alta del Barça. Además, los seis fueras de juego del Villarreal reflejaron la intención de desmarcarse al límite para atacar la espalda de la defensa blaugrana, obligando al Barça a defender con la línea en tensión.

Por su parte, el Barça tuvo una posesión dominante del 79,5%, pero al inicio del partido, esa posesión no fue garantía de control absoluto. Más bien, fue una herramienta para estabilizar el juego que se fue consolidando con el tiempo. Frenkie de Jong y Eric García empezaron a aparecer con más frecuencia en el centro del campo durante el segundo cuarto de la primera mitad.
La clave táctica fue que el Barça comenzó a fijar al Villarreal en su campo y a convertir la amplitud en una amenaza sostenida. Aquí destacó el sistema de Flick, con “el cuadrado” (abajo): Raphinha se cerraba por dentro para formar un cuadrado de apoyos con Fermín, De Jong y Eric, lo que liberaba a Balde y permitía al equipo atacar con más presencia interior sin perder la salida exterior de Lamine Yamal. Cuando este cuadrado funcionó, el Villarreal tuvo que defender más cerca de su área.

La expulsión como punto de inflexión
La expulsión de Renato Veiga en el minuto 39 no solo significó la pérdida de un jugador clave para el Villarreal, sino también la desaparición de un pilar fundamental en su plan ofensivo y defensivo. Con diez, el Villarreal ya no pudo alternar la presión alta y el repliegue con la misma coherencia. Tuvo que bajar su línea a un 4-4-1, con Buchanan jugando de lateral y Pépé de extremo, compactándose para proteger los pasillos interiores, lo que permitió al Barça circular con mayor libertad y ritmo (abajo). En conclusión, la presión dejó de ser una herramienta de control y se convirtió en una reacción puntual. A partir de ahí, el Villarreal se vio expuesto a un problema clásico: defender demasiado tiempo en bloque bajo, con menos capacidad para salir y mayor riesgo de conceder córners, rechaces y jugadas a balón parado.

El Barça aprovechó su superioridad numérica con inteligencia. El centro del campo fue crucial: Eric García actuó como pilar estructural, sosteniendo la transición defensiva, corrigiendo desajustes cuando Koundé se descolgaba y cerrando los pasillos interiores con anticipaciones. Su partido no solo fue de recuperación; fue de criterio: supo cuándo asegurar, cuándo filtrar y cuándo acelerar el pase (abajo). Junto a él, De Jong desempeñó un rol doble: cuando Eric estaba presionado o recibía de espaldas, Frenkie bajaba para formar un doble pivote; y cuando el Barça se asentaba, avanzaba para conducir y dar continuidad a las jugadas en tres cuartos. Sin Pedri, esa flexibilidad de Frenkie fue la herramienta para convertir la superioridad numérica en dominio posicional real.

Lamine Yamal como foco de ventaja del Barcelona
A pesar de estar con diez, el Villarreal intentó mantener amenazas puntuales. La entrada de Georges Mikautadze fue un intento de recuperar profundidad y fijar a los centrales rivales, buscando atacar la espalda en una transición aislada (abajo) o ganar una segunda jugada en el área. Sin embargo, la falta de efectividad selló el destino del plan: el Villarreal generó, pero no convirtió. Marcelino logró que su equipo se mantuviera competitivo durante largos tramos, pero la falta de pegada resultó decisiva en un partido donde el rival lo obligó a vivir de los momentos puntuales.

Por su parte, el Barcelona tuvo un generador constante de ventajas: Lamine Yamal. Sus acciones por la banda derecha y en el vértice del área fueron clave: recibía alto y amplio, atraía a su par y al lateral, desbordaba en conducción y tomaba decisiones dentro del área (abajo). Con 7 regates completados de 12 intentos, su desempeño evidenció cómo la superioridad se construyó a partir de su 1x1. Yamal atraía a dos marcas con frecuencia, lo que liberaba al hombre exterior (normalmente Koundé) o al interior, como Raphinha, que se movía hacia dentro. El 0-2 surgió de este contexto: el Villarreal ya estaba hundido, el Barça acumulaba presencia en el área y Lamine culminó una jugada insistida con un remate final.

Control de profundidades y seguridad estructural del Barcelona
En los últimos minutos, el Villarreal intentó estirar el partido buscando la profundidad y las segundas jugadas, el único escenario desde el que aún podía incomodar a un Barcelona que ya controlaba el juego. Sin embargo, cada intento chocó con un problema táctico: el equipo no lograba fijar a los jugadores rivales ni atraer las ayudas necesarias para liberar un segundo escalón ofensivo. Las distancias entre las líneas eran demasiado grandes y las salidas carecían de ventaja previa, lo que permitió al Barcelona defender de manera adelantada, anticipando las jugadas y reduciendo el caos antes de que se generara (abajo). De ese modo, el Villarreal atacaba, sí, pero sin continuidad estructural.

En ese tramo final, y durante todo el partido, Joan García fue una pieza activa en el modelo defensivo, no solo como corrector. Su lectura del espacio permitió al Barcelona sostener una línea defensiva alta, sabiendo que la espalda estaba protegida. Joan no solo respondió en el uno contra uno, sino que dominó la profundidad, anticipó balones largos rivales, temporizó y se perfiló para bloquear centros laterales, ofreciendo una salida segura que evitó reinicios forzados. Esta seguridad permitió al doble pivote mantener posiciones de equilibrio por delante del balón, sin necesidad de replegarse excesivamente, y al Barça cerró el partido con una estructura sólida, no desde el repliegue.
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